Sobre todo en fotografía, a veces, menos es más.
Tenía que hacer una sesión de fotos premamá, y las condiciones serían con una dura (y calurosa) luz solar. En lugar de luchar contra las circunstancias, enfoqué mis esfuerzos en aprovechar la situación de la mejor forma posible.
Esperamos a que la luz fuese poco vertical. Visualicé el encuadre en un claro entre la maleza. La magia hizo que la luz entrase lateral en el plano central, aislando frente y fondo. Todo estaba en su sitio. Solo había que disparar. Los únicos añadidos fueron un reflector dorado para devolver algo de luz a la espalda, y un polarizador para reforzar el cielo.
El problema con este tipo de fotos, con luces muy contrastadas, que (a veces) exceden el rango dinámico de la cámara, es el nivel de exposición. Una medición hecha sin control por la cámara, habría expuesto más la toma. El resultado habría achicharrado a mi modelo. Por eso hay que controlar el exposímetro, y decidir qué expones y cómo. Si tu sujeto principal ha de quedar bien expuesto, el resto queda supeditado a esta decisión.
Por eso esta foto ha quedado así. Solo un reflector, un polarizador, y pensar en el encuadre expuesto para la modelo. Espero que os guste.
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