Íbamos de paso. Pero en cuanto ví los reflejos, y llevando la cámara, era imposible no parar.
A última hora de la tarde, el sol estaba a punto de desaparecer, apenas quedaban unos minutos. Lo justo para montar la cámara, y hacer diez o doce disparos.
El reflejo dorado en las torres, y la luna arriba en lo alto, eran el complemento perfecto. Dudé entre una composición horizontal o vertical. Hice ambas. Las torres empujan en vertical, pero la instalación lo hace en horizontal. Me pareció más correcto mostrar la soledad de la luna en el cielo, junto a esos jirones de nubes.
En el procesado le hemos dado un empujón con un filtro en el cielo, ligeramente teñido y subexpuesto. En el suelo, por contra, otro filtro aclarando y un pelín amarillento.
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